Huertas de La Zubia (2)








   En la bella alberca marchita
se tiñen las hojas de acacia
grises como un cielo plomizo
oscuras, llenas de añoranza.
   La casa está desierta
la luna, de brillos la baña,
el céfiro se cuela incauto
por las puertas oxidadas.
   Y el aroma de las flores
aquellas que no están marchitadas
hacen volver a la vida
a esas decrépitas ventanas.
   Las rejas majestuosas,
esas que visten las entrada
relucen queriendo el retorno
a esa época de vida extraña.
   Los clavos del llamador,
el que fue rojo escarlata,
resuenan clamando lento
esperando que la puerta se abra.
   Una vez que entramos dentro
se respira pura calma
las paredes rebosan historia
embelleciendo toda la estancia.
   Se escuchan suspiros sordos
palabras que dulces y cándidas
reviven viejas leyendas
de La Zubia bella y blanca.
   Huertas de pasado morisco
de jardines y fuentes doradas
testigo de amores mozárabes
y bellas historias cristianas.

                                                 J.C: LLamas.


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