Almas de La Zubia (3)

                                                          

                                                         Para Reme


     El sol salía despacio, tenue, sin prisas, como si con esos primeros rayos quisiera acariciar las calles, los parques, los hogares que, a esas horas ya empezaban con el ajetreo diario de despertares escolares y desayunos enérgicos que marcan el comienzo de una nueva jornada de colegio.
          Es entonces cuando, con la claridad en el horizonte y el gorjeo de algunos pájaros, se la ve bajar por la cuesta de Corvales.
     Es una mujer morena, de mediana edad, de mirada enérgica, andares decididos y rasgos que denotan una vida trabajada, llena de esfuerzos, de esas vidas de los pueblos de antaño, siempre cerca del campo, al que amaba desde niña. Sin embargo buscó un hueco para sus estudios y eso la llevó a encontrar un empleo estable en un mundo que ella adoraba.
     Es de las primeras en llegar. Se coloca su bata de trabajo que mantiene siempre pulcra y limpia, llevándola con gracia y elegancia. Se la ve deambular por los pasillos, subir escaleras, bajarlas con las manos llenas de tizas o cuartillas de colores. Preparándolo todo para la apertura de las puertas que se produce unos minutos antes de las nueve de la mañana y recibir a todos los críos que llegan con diligencia y celeridad.
     Siempre hay alguna madre que la busca para preguntarle algo sobre su hijo, alguna duda sobre un problema en el recreo, alguna autorización que rellenar o cualquier consejo que recibir.
     En el cole, su opinión es importante, pues sus sentimientos hacia los niños y su devoción religiosa, le hacen buscar lo mejor para ellos y luchar si algo ve injusto o indebido.
     Siempre está ahí cuando se la necesita, y a veces, si por algún motivo está ausente, parece que algo falta, que todo se descontrola, y los compañeros la añoran esperando su vuelta para organizar las fotocopias o encontrar algunas fichas olvidadas en el fondo de un armario.
     Es la madre del cole, la que continuamente está atenta, solícita y servicial siempre que se la requiere. La que se involucra en los problemas de los niños, ya que es a ella a la que llaman cuando algún chiquillo se lastima o se indispone durante las clases.
     Alma fuerte, vigorosa, enérgica que no se amedrenta por nada. A veces demasiado testaruda y cabezota, pero que todos los que la conocen interpretan como su manera “maternal” de defender sus ideales y muchas veces dar sin esperar nada a cambio, aunque sabe que la sonrisa de uno de sus niños es suficiente para que su alma se estremezca de gratitud.
     Después de que el colegio se quede silencioso y la cancela haya sellado sus rejas, se la ve subir por la cuesta de Corvales, ya más relajada, quizás exhausta después de un día intenso en el que dio todo lo que ella sabía aportar… devoción y amor.

                                                                                   J.C. Llamas.

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